EL AGUA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA
A pesar de que el agua cubre las tres cuartas partes del planeta, menos del 1% es accesible como agua dulce y se estima que el 70% de esta fracción se destina a las prácticas agrícolas. Esto enmarca un escenario retador con una población mundial creciente estimada por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que aumentará en un 60% para el 2030, con países donde ya la accesibilidad al vital líquido es crítica, con una competencia feroz entre el uso creciente industrial y el doméstico, con una deforestación en aumento debido a prácticas de extracción mineras y forestales legales e ilegales, con una ocupación territorial caracterizada por cambios en el uso de la tierra: la pérdida de bosques y el correspondiente aumento de las tierras de cultivo, áreas urbanas y zonas forestales, bosques transformados en tierras de cultivo, tierras de cultivo transformadas en áreas urbanas, cambio en los patrones de consumo, cambios en las tecnologías, la política, los conflictos y el clima.
Laguna de Corani - Colomi (Foto: Jans) |
La FAO señala en un estudio realizado con un universo de 93 países en desarrollo que algunos de ellos ya están en situaciones precarias de disponibilidad de agua, diez de ellos se encuentran en una situación crítica; para satisfacer sus necesidades agrícolas deben extraer más de un 40 por ciento del total de sus recursos hídricos, y ocho países están bajo presión; para satisfacer las necesidades de la agricultura deben extraer más del 20% del total de sus recursos hídricos.
La solución al problema de satisfacer progresivamente las necesidades futuras de alimentos y agua apunta hacia la mejora de la productividad agrícola y el uso eficaz del agua: emplear semillas de mejor calidad; especies resistentes a la sequía; de mayor rendimiento; mejorar la fertilidad de los suelos y de usarlos más racionalmente; incrementar la eficiencia del uso del agua: uso de aguas servidas tratadas adecuadamente, tipo y cantidad de riego; de mejorar las prácticas culturales: uso adecuado de fertilizantes, drenajes apropiados, densidades de siembra, mejorar las características físicas y químicas del suelo. También la solución pasa por la atención del lado humano de la ecuación: capacitación de productores de acuerdo a las condiciones ambientales del área geográfica -valerse por sí mismos-; introducción y adecuación de mejoras tecnológicas; formación de redes sociales de producción para mantener y ampliar los beneficios alcanzados, un cambio de paradigma: dejar de lado el considerar sólo la simple distribución de socorros y dádivas alimentarias y trabajar conjuntamente la sostenibilidad, incluir sistemas de alerta temprana, la integración de la seguridad alimentaria con otros programas.
Corani Pampa - Colomi (foto: Jans)
A pequeña escala de producción, y como asistencia a comunidades productoras, existen experiencias exitosas promovidas mundialmente que se pudieran aplicar para mejorar el rendimiento de cosechas de ciertos cultivos haciéndolos sostenibles ya que la participación de la población y la ordenación del agua son elementos claves en la mejora del rendimiento de los cultivos.
Fenómenos meteorológicos como El Niño han venido poniendo la guinda a la torta en cuanto ha generado períodos de sequía largos y extremos que atentan contra la producción de los cultivos y la fertilidad de los suelos.
Es sabido que para el 2050 se necesitará duplicar la producción de alimentos, gracias a la demanda en aumento de alimentos, combustibles y fibras. El reto fundamental de la agricultura es el de aumentar su eficiencia productiva para proporcionar seguridad alimentaria a la población mundial bajo las limitaciones que le impone el crecimiento poblacional, la ocupación territorial, los efectos del cambio climático, la reducción de accesibilidad al agua y la minimización del impacto sobre el ambiente, de manera que las políticas públicas en materia agrícola deben prever el hacer uso sostenible del territorio y de sus recursos; en particular, la eficiencia del uso del agua es un factor obligado a tomar en cuenta y ello implica necesariamente la capacitación de los productores y la adaptación de tecnologías adecuadas para cada sistema físico y cada cultivo en particular.
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